Una nostalgia común
Pensó que nunca llegaría, hasta que un buen día el hombre que había esperado asomó las narices en su soledad. Así como él llegó se fue, aunque aquel mayo Constanza no lo sabía.
Era tal cual lo imaginaba, por ello, al principio se negó a entregarle aquello que había guardado tan celosamente por tantos años, su amor.
Constanza advertía su desasosiego cada vez que él le rozaba la mejilla al saludarla, pero procuraba mostrar que nada le pasaba. Imposible resultó seguir con el teatro, Constanza no era actriz y aquel hombre era adivino.
Entonces, Constanza dejo que aquella explosión en el pecho y en el estómago tomarán su cuerpo, como un río embravecido ocupa la orilla que se le ha arrebatado.
No duro, como no duran los sueños a la luz de un recelo, de una duda. Así como llegó se fue y ahora Constanza lo sentía.
Deprimida, caminó por senderos de dependencia que la sumían en graves cuadros de abstinencia, lo necesitaba y no lo negaba, al contrario lo gritaba.
Un buen día, lejos de aquel mayo, lejos de su hogar, perdida en la oscuridad, entendió, entonces comenzó a dibujar el mapa que contenía el camino a casa.
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