Pequeñas cosas


Me gusta ensuciarme la punta de la nariz cuando como mango con chile y limón, tal vez sea porque me siento niña de nuevo.

También me encantan los papalotes, hace tanto que no vuelo uno, que posiblemente deba hacerlo pronto.

Me fascina ir al aeropuerto y ver llegar los aviones, el ruido que hacen al pasar cerquita de mi cabeza hace que me estremezca. Lo que no me gusta es verlos partir, por eso siempre procuró ubicarme a distancia de las pistas de salida.

Me gusta cantar, cualquier cosa a cualquier hora, aunque mi momento preferido es cuando me estoy bañando. Seguro es porque siento que es el espacio más sagrado del día.

Me fascinan las aves, cuando vuelan alto, pero también cuando se quedan quietas mirando el horizonte previendo el siguiente viaje.

Me gustan los atardeceres en el mar, los instantes previos a que el sol desaparezca se me hacen mágicos, es como una especie de ritual de sencillez y al mismo tiempo de grandeza. Posiblemente me gustarían más los amaneceres, pero para esos nunca me despierto.

Me gusta el olor de las esponjas, tanto que podría pasarme horas absorta con una de esas, como con las que bañan a los niños, pegada a mi nariz, aunque a veces me entra ansia y termino mordiéndolas, sino presintiera que saben feo terminaría comiéndomelas.

¿Y a qué viene todo este listado de algunas cosas sencillas que me hacen sonreír?

Es que resulta que en los últimos días han pasado tantas cosas emocionantes, grandes, que me sentí en la necesidad de anotar las pequeñas.

En un acto de agradecimiento, aunque principalmente es un acto de sobrevivencia. No quisiera que con el paso del tiempo, afrontados los retos que tengo en puerta y los que estén por venir, se me olvide que son las cosas sencillas las que hacen sonreír sin pedir nada a cambio, las más puras y leales.

Soy feliz. Y quiero seguirlo siendo con o sin las cosas grandes, trascendentes, porque esas son extrañas, raras, incluso furtivas. Las otras, las sencillas, son compañeras fieles.

Pronto tendré la posibilidad de contarles a detalle a que me estoy enfrentando, pero por el momento sólo quiero apuntar, especialmente para mi cabalidad personal, que me encanta un abrazo de la persona que amo, un beso, una sonrisa, los mangos con chile y limón, los papalotes, los aviones, los atardeceres, cantar y bailar. Con eso basta.

Sólo quiero asegurarme de que el ego no me va a traicionar. Sólo quiero seguir siendo yo mera.

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Donde la locura es la única que sobrevive.
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