Una mañana

Tengo miedo de que te ocurra, porque a veces ocurre.

Un buen día despiertas y de inmediato cierras los ojos. Te preguntas 'dónde estoy'.
No te das cuenta que estás en la misma cama con la mujer de todos los días.
Es tu cuarto, la media luz de la mañana que se filtra por las cortinas llenas de flores sin raíces, eso sí de muchos colores. El buró con un cenicero desbordado de colillas, una pequeña lámpara sin luz, dos anillos –el de bodas y el del último cumpleaños–, una libreta de notas con un garabato azul que parece un número, el tic tac de un reloj y una foto donde dos personas se besan, una de ellas eres tú, pero ahora no lo recuerdas.
Te liberas de las cobijas y te sientas en la orilla de la cama con apenas un movimiento. Tomas un pantalón de mezclilla del respaldo de una silla de madera que está recargada en la pared.
Intentas salir descalzo del cuarto, el frío del suelo te estremece y te hace volver sobre tus pasos. Ella se mueve, le echas un vistazo antes de ponerte los zapatos. '¿Quién es?' Te preguntas.
Buscas el baño. Te cambias, te lavas la cara y cuando te tienes frente al espejo, ella grita desde tu cama: 'Amor, buenos días'. Y en ese instante recuerdas que ya no la amas.

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UNA ISLA.

Donde la locura es la única que sobrevive.
En ella, hay insomnio.
Hipótesis no acabadas.
Preguntas, respuestas.
Inútiles desasosiegos.
Ilusiones, quimeras.
Pero aquí se respira libertad.

Así que no dudes, deja tus comentarios.

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