Hace cinco meses...


Hace cinco meses que deje el periódico. Déjenme contarles que estaba enojada con el oficio, deje de mirar periódicos, me sobresaltaba el timbre del teléfono y me costó semanas sacudirme el estrés. Un domingo a las dos de la tarde se me hizo un hueco en la panza porque creí haber olvidado enviar mis avances, para ese entonces ya llevaba cuatro semanas fuera del periódico. Así de grave.

Aunque no tanto como el hecho de haber confundido el origen de mis enojos, en realidad no es el oficio el que me encabrona, sino la naturalidad con la que se exige que la vida del reportero pase a segundo plano en pro de la misión de salvar a una sociedad que ni pide, ni quiere ser salvada.

Estoy enojada con el sentimentalismo del que se valen al interior de las redacciones para plantear un escenario de represión y sobreexigencia que sólo deviene en estrés, inconformidad y desencanto por lo que tanto se quiere. Que cruel, mientras en las páginas que sí se publican se denuncian miles de abusos; en las que se escriben en las redacciones, y no se publican, se practican jornadas laborales de más de ocho horas continuas sin pago de horas extras, supresión de derechos como la hora de lactancia o acoso laboral por ser mamá y mujer. ¿No me digan que les sorprende?

Pero, eso no va a cambiar mientras sigan existiendo jóvenes egresados de Comunicación o Periodismo que se crean el doble discurso de los medios que exigen a sus trabajadores sacrificarse por el bienestar social. Bien por ellos, mientras no se les antoje tener una familia. En fin.

El caso es que desilusionada ante este panorama, renuncie y pensé que con ello también renunciaba a ser reportera. Nada más falso. Apenas hace unas semanas, al parecer ya me cure del estrés reporteril, me hallo viendo todo con cara de por qué. Luego soñé que ya podía decir lo que se me antojara, aquí, allá, en mis redes, en donde yo quisiera. Ahora puedo ser subjetiva, tomar partido, ya no represento a nadie, ni a la sociedad, ni a un medio.

Que bien se siente ya no tener que cargar con el tiempo para el cierre, el estrés de hallar el ángulo correcto y la lucha por hacer que se respete mi visión de las cosas. Soy libre pues. Y es que por más que me niegue nunca se me podrá quitar esa curiosidad que tanto me ayudó a encontrar notas y armar reportajes durante 11 años de mi vida.

Por eso, retomó este blog con un tinte más periodístico, si se me permite el término, con posts llenos de preguntas, hipótesis, escenarios, narrativas, historias. La única finalidad es darme un gustito, como debe ser.

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Donde la locura es la única que sobrevive.
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