Mi orquídea morada

Tengo una orquídea morada.

Todo el día la traje conmigo.
En la mañana un hombre desconocido me la regalo.
Era la primera vez que lo veía y de pronto la preparo para mí, me la regalo, le puso agua para que no se marchitara (la puso en una especie de botecito que parece un tubo de ensayo pero con tapita).
Es apenas una florecita, una pequeña ramita de una orquídea morada más larga, más fuerte. Mi orquídea es apenas una niña.
Tiene las alas grandes, cinco grandes hojas que parecen alas, son moradas, casi lilas, pero prefiero pensar y decir que son moradas.
En el centro tiene un capullo, también es morado, lila pues, con manchas casi rojas y más abajo unas pinceladas de amarillo.
Del sol, del calor sus hojitas se quemaron, ahora tiene las orillas negras, como cuando haces una tostada y la tortilla queda quemada de la orilla.
Pero no importa, hoy mi orquídea me enseñó dos cosas y por eso la quiero.
La primera es que uno puede tener lo que desea, mientras caminaba hoy por la mañana en aquella calle, pensaba que quería que alguien me regalara una flor, 10 minutos después mi orquídea estaba en mi mano, tuve una sensación de felicidad que me hizo sonreír mucho tiempo, hasta me vi en el espejo para recordar mi sonrisa.
La segunda es que me di cuenta que me gustan las flores, siempre las rechazo aunque ha sido inconsciente, he pensado que son cursis, que no reflejan con intensidad lo que alguien siente por ti, me cuesta trabajo recibir un ramo o un arreglo y agradecerlo, me incomoda decir "gracias por las flores son lindisimas", me choca tener que acercarlas a mi nariz y decir "mmm, huelen riquisimo", jaja, pura fingidera, se marchitan y cuando sucede huelen horrible, ellas y el agua donde están, de ellas salen moscos y se convierten en un estorbo.
Pero hoy descubrí, que a pesar de todo eso, me encantan las flores, hoy mis preferidas son las orquídeas.
Insisto en que no necesito que me regalen flores, sólo descubrí que me gustan y me las puedo comprar yo, a veces lo hago, me encanta ver un florero lleno, lleno de flores, y luego se me olvida tirarlas, por eso sé cómo huelen cuando se mueren.
He comprado rosas, pero más gerberas, me encantan sus colores, sus pétalos delgados, su alto tallo, me encanta su porte, quisiera caminar como ellas se paran en un florero, lo que no me gusta es que de tan altas algunas se encorvan como si les diera pena mirar el sol, no me gusta porque pienso que a veces me siento así, agacho la cabeza con pena ante algo que me incómoda, que me seduce o que me amedrenta, y quisiera tener más fuerza para mirar de frente lo que me da miedo.
Me han regalado más rosas que gerberas. Mis papás y mis abuelitos cuando salí de la primaria, de la secundaria, de la preparatoria y de la facultad me regalaron un arreglo de rosas rojas, de distintos tamaños, comprados en distintas florerías, cada uno duró distinto tiempo.
Una vez una persona me dio dos rosas, una roja y una rosa, es la vez que más me he sorprendido de un regalo floral, nunca pensé que él pudiera tener ese detalle, no conmigo, sino con nadie, realmente me sorprendió.
Estaba yo en la baba y de pronto lo vi venir hacia mí, traía una mano escondida detrás de su espalda, de pronto estando a unos milímetros de mí movió su mano hacia donde yo estaba y me puso delante dos rosas, medio quemadas, un poco agotadas por la falta de agua.
Sonreí y por supuesto no quise decir más que gracias, ahora pienso que no le dije lo mucho que me había sorprendido, creo que no lo hice porque él, así como era, hubiera pensado que era burla.
Otro día, hace apenas algunos años, me llego un gran ramo de rosas a mi trabajo, sobre el asa de la canasta venía amarrado un globo rojo, era 14 de febrero y el regalo no me lo esperaba, la verdad es que en ese momento hubiera preferido un poco más de atención del querido comprador de aquel arreglote, era estorboso, como después lo fue su presencia.
Una vez, una sola vez he regalado flores a un hombre, en realidad era una sola, era amarilla, me parece que me gusta más regalar flores y más a un hombre, el estereotipo dice que es el hombre quien debe regalar flores, es maravilloso romper con la regla, pasan cosas maravillosas, la sonrisa de un hombre es distinta cuando tiene una flor en su mano, me encantó su sensación de turbación, el estado de silencio que provocó una sola flor en manos de un hombre que amaba.
A mi mami le he dado flores, rosas para variar, a ella le gustan.
Pensandolo bien, nadie me ha regalado gerberas y que nadie lo haga por favor, son escenario exclusivo de mis compras para mi misma.
Y es que, ha excepción de los arreglos que me ha dado mi familia, las demás flores sólo han sido para cubrir una ausencia mayor, tal vez de amor, tal vez de atención, tal vez han sido rosas, porque tienen espinas y así fue en las dos ocasiones en que he recibido flores de un supuesto amor, y aunque debería creer que como dice Sabina, que no te regalen flores sin espinas, en esta ocasión me niego a creerte mi querido Joaquín.
Seguro que lo que no me gusta es que me regalen rosas y me he confundido pensando que no me gusta que me regalen flores, o que no me gustan las flores.
Por eso hoy, muchas gracias señor desconocido por la orquídea morada que me hizo recordar, saber y entender que me encantan las flores.

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1 comentarios:

Anónimo dijo...

He regalado muchas flores... nunca para llenar vacios... siempre para arrancar sonrisas...nunca he recibido flores... nunca me las han regalado... pero siempre me arrancan una sonrisa cuando las reciben y sonrien

Abraham

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